Por Cristian Flores
La política es tan sucia que los políticos más sucios han podido machar. Y Morena no es la excepción. La ambición y la corrupción ya forman parte de las reglas no escritas de la llamada Cuarta Transformación. Hasta ahora, ningún político ha demostrado con hechos su honestidad ni su humildad.
Por más que la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, haya lanzado un mensaje aparentemente firme ante miles de simpatizantes reunidos en el Zócalo capitalino, durante su informe de rendición de cuentas —donde advirtió que quien robe y traicione al pueblo enfrentará la justicia”, que “se acabó el nepotismo” y que “el poder no es para enriquecerse”—, todo parece quedar en el terreno de la narrativa.
Después de ese mensaje dirigido a gobernadores y políticos de todo el país, cabe preguntarse si en Tlaxcala ¿el Gobierno del Estado y la dirigencia estatal de Morena atenderán el llamado de la presidenta? ¿O harán oídos sordos para seguir preservando sus privilegios y sus redes de poder? ¿Dejarán de lado la ambición de imponer, a toda costa, al alcalde capitalino Alfonso Sánchez García como el candidato de Morena a la gubernatura en 2027?
La presidenta prometió que el nuevo Poder Judicial garantizará que los cargos públicos —diputaciones, presidencias municipales, regidurías y hasta la gubernatura— no se hereden en 2030. Dijo también que el poder no es para enriquecerse y que quienes traicionen al pueblo enfrentarán la justicia. Si eso se convierte en verdad, en Tlaxcala habría que construir otro reclusorio, porque muchos exfuncionarios, exalcaldes y exgobernadores tendrían que rendir cuentas por desvíos de recursos y abuso de poder.
Cuando eso ocurra —si es que ocurre algún día—, podremos creer lo dicho por la presidenta: “En este México nuevo, la honestidad no es la excepción, es la regla.”Por ahora, esa frase suena más a consigna política que una realidad.
Nos vemos la próxima semana en el Juego Sobre la Mesa.
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