Por Cristian Flores
Morena Tlaxcala tiene favorito, y es Alfonso Sánchez García; sin embargo, la dirigente estatal (y esposa del favorito) Marcela González Castillo, poco le importará acatarse a las reglas impuestas desde el Comité Nacional.
El pasado martes 9 de diciembre, la presidenta de Morena, Luisa María Alcalde Lujan, sostuvo una entrevista con el periodista Joaquín López-Dóriga en Radio Fórmula. Ahí, la presidenta del partido dijo que ha sido muy insistente con los dirigentes estatales en que “no pueden tener un favorito”, con el fin de evitar la inequidad y ocasionar conflictos internos. Pero el ansia del poder en Tlaxcala, buscará imponer, a como dé lugar, al alcalde capitalino como candidato a la gubernatura en 2027.
La desobediencia podría orillar a los amos y dueños de Tlaxcala a romper filas con Morena luego de perder la lucha interna por el poder, e intentarán introducir en el juego a Sánchez García en otro instituto político, aunque para el Comité Nacional esas decisiones no sean bien vistas. Para Luisa María, “el proyecto es lo más importante para la transformación del país”, y una ruptura de esa índole no puede darse dentro del movimiento.
Pero ¿hasta dónde llegará la dirigencia estatal para imponer a su favorito?
Lo cierto, es que cualquier partido político debe tener al mejor candidato. En el caso de Morena, Alfonso Sánchez, no es un buen representante, ni figura como un líder, y mucho menos, representa a la verdadera ciudadanía que día a día se gana la vida con esfuerzo. El alcalde capitalino sólo supo vivir como reyezuelo cuando su padre fue gobernador. Lo tuvo todo y después, se convirtió en accionista de algunas inmobiliarias de Tlaxcala. No sabe lo que es trabajar 12 horas y sobrevivir con el salario mínimo.
Como presidente municipal, se convirtió en un digno representante de la kakistocracia en Tlaxcala, es decir, en “un gobernante de los peores; de las personas menos calificadas, más incompetentes y sin escrúpulos”. Al ser un kakistócrata, Alfonso Sánchez, no merece ser alcalde y mucho menos gobernador del estado. Su administración se ha retratado como incompetente y con privilegios.
Y si la dirigencia estatal insiste en imponer candidatos por vínculos familiares y ambición personal, no solo traicionará al movimiento, sino a la ciudadanía que alguna vez confió en Morena. El poder sin límites siempre termina cobrando factura, y en 2027 será el electorado quien decida si Morena aprende de sus errores o se convierte, definitivamente, en aquello que prometió destruir.
Nos vemos la próxima semana en El Juego Sobre la Mesa.
