EL JUEGO SOBRE LA MESA
Hipocresía. La prédica que Marcela González Castillo,
dirigente estatal de Morena en Tlaxcala, lleva de municipio en municipio, no es
más que vil mentira. Habla de austeridad republicana, de principios, de un
movimiento sin nepotismo ni injerencias, pero su propio discurso la contradice.
Porque Marcela no solo es parte de una élite política privilegiada, ella es, en
sí misma, un producto del nepotismo, así como su esposo el presidente de
Tlaxcala, Alfonso Sánchez García.
La Real Academia Española define: “nepotismo como la
utilización de un cargo para designar a familiares o amigos en determinados
empleos, al margen del principio de mérito y capacidad. El término proviene
del italiano nepotismo, derivado de nepos (sobrino) en latín, en
referencia a la práctica común entre los papas medievales de favorecer a sus
parientes con altos cargos”. Vemos que el nepotismo vive y esta incrustado en
Tlaxcala.
Dicho lo anterior, la definición evidencia que la familia
Sánchez Anaya no tiene la calidad moral para dejar a un lado el nepotismo. Podrán
decir lo que sea y que la ley dice lo contrario, pero lo cierto, es que va mas
allá, lo real es que el nepotismo es favorecer a parientes con altos cargos en
la vida política, no hay más y eso es lo que hacen los Anaya.
El exgobernador
Alfonso Sánchez Anaya sigue operando desde la cúpula para colocar a su hijo, el
actual alcalde capitalino Alfonso Sánchez García, como el próximo candidato de
Morena a la gubernatura en 2027. La estrategia es que su nuera, lo presente en
actos partidistas disfrazados de “asambleas ciudadanas”.
¿Cómo puede hablarse de democracia interna en Morena cuando
las candidaturas se heredan en familia? ¿Dónde queda la voz del pueblo del que
tanto hablan?
En uno de sus más recientes actos, en el municipio de
Zacatelco, González Castillo afirmó que “es momento de regresar el poder al
pueblo”. Pero su afirmación cae en el cinismo, ya que el pueblo, no ha tenido
voz ni voto en los procesos internos del partido, ni en las elecciones.
Otra de las afirmaciones que dijo la dirigente morenista
ante los zacatelquenses, es que el poder tiene que regresar al pueblo. Una mentira
más porque el verdadero poder solo se queda entre las familias.
Lo cierto es que hoy son Alfonso y Marcela, mañana, quizá,
sus hijos, quienes seguirán los mismos pasos políticos y los veremos como los
próximos regidores, diputados, presidentes... la maquinaria Anaya no se detendrá.