Peor el remedio qué la enfermedad


Por Ricardo Burgos Orozco

El sistema público de salud en México está cada vez más alejado de ser como en Dinamarca y muy cercano a enfrentar una crisis grave con retos significativos como la falta de presupuesto, de personal, de insumos, de medicamentos, la fragmentación de servicios, la insuficiencia presupuestal, la desigualdad en el acceso y la cobertura, la alta incidencia de enfermedades crónicas y la incapacidad para atender a una población creciente que lo requiere.

Para los usuarios con seguridad social están el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad Social y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Quienes no están afiliados a cualquiera de los dos tienen los hospitales de la Secretaría de Salud, los servicios de salud estatales y el IMSS Bienestar. Ninguno se da abasto con tanta gente que acude y en ellos prevalece la misma situación de falta de presupuesto, de personal, de equipo y de medicamentos.

Platiqué hace algunos días con un médico del ISSSTE, con 36 años de experiencia. Me pintó un panorama muy triste de la situación de las clínicas y centros médicos de esa institución: dice que durante la pandemia de coronavirus se perdió por fallecimiento al 20 por ciento de los especialistas y el gobierno no los ha podido sustituir; entonces, los doctores que están tienen que trabajar con esas ausencias y deben buscar pretextos para explicar a los derechohabientes la razón por la cual sus citas se prolongan hasta meses. Por eso, hay pacientes que mueren antes de ser atendidos. Una realidad muy grave.

Tampoco hay medicamentos de nueva patente y que requieren de receta combinada para que hagan el efecto requerido, especialmente para quienes padecen de enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes y cardiovasculares. Los médicos del sector deben improvisar con biológicos que el ISSSTE tiene en existencia, pero que tardan más en dar los resultados requeridos al paciente.

Los doctores de las clínicas familiares del sector público están cargados de citas todos los días -- hasta 28 personas en un turno de ocho horas --, pero a la mayoría les dan largas para canalizarlos a un área especializada por la falta de personal, equipo e insumos.

Algo similar sucede en el IMSS. Los pacientes son atendidos en sus clínicas familiares, pero los médicos trabajan con lo poco que tienen. Tratan de dar solución ahí mismo a las personas con problemas graves de salud, pero no pueden mandarlos a un servicio de segundo, tercero o cuarto nivel porque no hay personal suficiente tampoco.

Las autoridades médicas presumen de avances tecnológicos y digitales, pero eso sucede en contados lugares mientras por lo general, en los centros hospitalarios públicos no hay ni siquiera batas para los pacientes o equipo de sutura. Es desesperante para el usuario que las aplicaciones digitales de citas médicas no funcionan con la eficiencia que deben hacerlo (en cualquier fecha la app te indica que no hay citas disponibles) y el servicio telefónico tampoco está disponible -- alguien intente pedir una cita a través de este medio --. Como la app ni el servicio telefónico sirven, a final de cuentas debes acudir personalmente a solicitar una cita médica y ahí te dirán cuándo te pueden agendar; pueden pasar días, semanas o meses.

El gobierno afirma que con la suma del IMSS, IMSS Bienestar, ISSSTE y los servicios de salud estatales, México tiene una cobertura del 98.5 por ciento de la población con lo cual supera a Estados Unidos, Chile, Argentina, India, España y Francia. Otra falacia más que nos han manejado desde hace muchos años con toda la impunidad del mundo.

Para millones de mexicanos es peor el remedio que la enfermedad acudir a un servicio público de salud.


Las opiniones escritas por columnistas son independientes y no reflejan necesariamente la postura editorial de Entre Líneas Tlaxcala.

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