Por Aldo Romero
La revocación de mandato es, sin duda, el instrumento democrático más simple para que el pueblo retire el encargo que le confirió a cierto líder para encabezar uno de los tantos cargos de elección popular. En la Constitución Política de México, solo aplica para la figura del titular del Poder Ejecutivo Federal.
Fue Andrés Manuel López Obrador quien decidió ser el primer presidente en someterse a la consulta popular para que la ciudadanía determinara, de forma pacífica, si continuaba o no en la presidencia.
Todo eso con base en una reforma constitucional, cuya primera intención de López Obrador era empatar la consulta con la elección federal intermedia; es decir, a tres años de haber asumido el encargo.
No se logró como él quería, y por diferentes motivos se la mandaron hasta los cuatro años: el 10 de abril de 2022 fue la fecha en la que AMLO se sometió a un histórico referéndum.
El resultado ya lo sabemos, y como la democracia es imperfecta, se puede decir que el primer referéndum fue un fracaso social. A nivel nacional solo participó el 17.7 por ciento de la lista nominal. En Tlaxcala, la participación fue del 24.9 por ciento.
Morena y AMLO no pueden decir que fue una victoria para la Cuarta Transformación, pues si comparamos los más de 30 millones de votos que obtuvo dicho movimiento para hacerse de la presidencia con los 15 millones que obtuvo el “que siga en la presidencia” en la consulta de revocación de mandato, el apoyo inicial estuvo lejos de refrendarse.
Lo que llama la atención es: ¿por qué, si ya existía un rechazo creciente hacia la imagen de AMLO y la 4T, así como un crecimiento de frentes y organizaciones que estaban en contra de su gobierno, no se pudo consolidar un solo movimiento para aprovechar el primer referéndum y sacar a AMLO de la presidencia?
La oportunidad la tuvieron y no la supieron aprovechar. ¿Hubo desconfianza hacia el proceso? Sí, pero no puede ser una excusa, y es de ahí de donde surge la afirmación de que el primer referéndum fue un fracaso.
Hoy, la “generación Z” clama a gritos la revocación de mandato de Claudia Sheinbaum Pardo, producto de la inconformidad social que existe en torno a un movimiento que agoniza, como lo es la Cuarta Transformación, y, claro, potenciado por el reciente asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo.
El movimiento de rechazo es generalizado y pasa factura a gobernadores cuatroteístas, como la tlaxcalteca Lorena Cuéllar Cisneros. Pongo como ejemplo los resultados del estudio demoscópico realizado por Arias Consultores, correspondiente al mes de septiembre, que da a conocer que el 90 por ciento de los encuestados pide la revocación de mandato de Cuéllar.
Lamentablemente para el pueblo que lo desea no será posible; afortunadamente para Cuéllar, el marco constitucional local aún no contempla la figura de revocación de mandato del titular del Poder Ejecutivo en turno.
Recientemente, Claudia Sheinbaum Pardo revivió el tema del referéndum constitucional y, ante el difícil momento por el que atraviesa su gobierno y el movimiento que heredó, confirmó que está en la mejor disposición de someterse a la consulta.
Pero la mandataria ya tiene plan de blindaje: alista una reforma constitucional para, ahora sí, empatar la revocación con las elecciones intermedias. Ya existe el dictamen y se discutirá en los próximos días en la Cámara de Diputados.
Pese al obstáculo que prepara el oficialismo y todo su aparataje, se abre una nueva oportunidad para aquellos que rechazan a Sheinbaum y a su Cuarta Transformación. Es una segunda llamada para darle paso, desde la oposición y la inconformidad, a la organización pacífica, y darle la oportunidad a un instrumento democrático diseñado para tal fin: el de sacar a un gobernante del poder. Lo anterior abre aún más la posibilidad de que la figura del referéndum quede plasmada en todas las constituciones locales para todos los cargos de elección popular.
Por eso, la pregunta resuena en cada rincón: Ahora sí ¿Todos a la revocación?
Le caló profundo
El rechazo social y el trabajo periodístico que evidenció su omisión le caló hondo al presidente capitalino, Alfonso Sánchez García. Su dejadez con la calle 20 de Noviembre, arteria importante para la distribución del transporte público, incrementó el repudio ciudadano hacia uno de los aspirantes a convertirse en el candidato oficial de Morena.
La presión fue tal que, de un momento para otro, Sánchez García “se puso las pilas” y decidió reparar, a medias, la referida vialidad. Y digo “a medias” porque así lo refirió su comunicación oficial, y el mismo alcalde en una reciente entrevista, en la que afirmó que una reparación total le costaría la polémica cantidad de 2 millones de pesos.
¿Cuánto durará la reparación a medias de la 20? Sin duda, muy poco. Lo cierto es que el rechazo del pueblo puso nervioso al edil y a todo el aparato partidista, que de forma torpe salió en su defensa y le dedicó una publicación en sus redes sociales oficiales para presumir los “logros” de la Cuarta Transformación en los municipios. Publicación que, tras las críticas, se vieron obligados a eliminar, pues nunca antes habían reconocido a uno de sus gobernantes municipales, y resultaba sospechoso que el primero fuera Alfonso “reparando” la 20.
Poco a poco nos vamos dando cuenta de que las aspiraciones de Alfonso se cimbran ante una realidad que lo supera.
