Pollitos de colores


Por Blanca Rugarcía 

Un nuevo término escalofriante ha ido infiltrándose en los corredores del crimen organizado en México: los “pollitos de colores.”

Esa expresión tan cruel; describe a los niños usados por los cárteles: “baratos, que brillan rápido y no viven mucho.”

Niños que comienzan a involucrarse incluso desde los nueve años, niños que el sistema abandonó. 

La reciente muerte del alcalde Carlos Alberto Manzo Rodríguez, en Uruapan, Michoacán, no sólo es una tragedia política.

Es el reflejo más crudo de un país que está perdiendo a su infancia.

El autor material fue un adolescente de apenas 17 años, ligado al Cártel Jalisco Nueva Generación.

Un niño que ya no era niño; una vida arrebatada antes de siquiera tener opción. 

Los “pollitos” los pintan, se venden baratos, se compran por gusto y se desechan cuando dejan de ser “bonitos” o se mueren.

Así tratan los grupos delictivos a los niños: como piezas de reemplazo.

No hay nombre, ni historia, ni sueños: sólo utilidad. 

En México, millones de niñas y niños crecen sin acceso real a educación digna, sin posibilidad de aspirar a un empleo formal en su entorno, sin esperanza de movilidad.

Cuando el Estado NO ofrece alternativas, los cárteles las inventan: dinero rápido, poder, estatus, y claro para un niño sin futuro, la promesa de “pertenecer” puede parecer más fuerte que la realidad de sobrevivir. 

El gobierno presume programas, discursos de “rescate social” y “seguridad”, pero en los hechos hay abandono.

¿De qué sirven los discursos si los niños NO tienen espacios seguros, si la escuela NO basta, si las oportunidades laborales para sus mamás, tampoco existen y si existen, es sin horarios para educar, si la justicia no llega?

El mensaje es claro: el miedo controla. 

Carlos Manzo decía que las madres eran “alcahuetas” porque sabían que sus hijos estaban involucrados.

Pero quizá la palabra correcta no era esa, Quizá la palabra es MIEDO, ¿por qué? Bueno, pues cuando interceptan a tu hijo, lo amenazan, le ofrecen dinero o lo reclutan con violencia, no hay elección real, lo que hay es supervivencia.

detrás de cada niño armado, hay una madre con el corazón roto, intentando no perderlo del todo. 

Un país donde matan por denunciar, por alzar la voz, por ser incomodo para el narcogobierno, los criminales tienen permiso de reclutar menores a plena luz del día, donde la justicia sólo aparece en discursos, es un país que ya perdió el rumbo.

Los niños crecen viendo que la impunidad tiene más poder que la ley.

Y entonces, la violencia deja de ser ajena… se vuelve aspiración. 

Un país donde las madres cargan solas 

En un país donde más del 35% de los hogares son encabezados por mujeres, donde miles de madres sostienen solas la economía, la crianza y la educación, 

¿quién cuida a sus hijos cuando el Estado no está?

Cuando las madres salen a trabajar

¿quién protege a los niños de la violencia que los rodea?

Cuando la pobreza y el abandono se juntan, el crimen organizado se vuelve tutor, proveedor, figura de autoridad.

Y eso, más que un fallo individual, es un fracaso estructural. 

Hoy más que nunca…

Más que tomar ventaja política de estas tragedias, lo urgente es hacer conciencia de lo que SÍ podemos cambiar.

Que las nuevas generaciones crezcan conscientes de lo que implica una infancia, de lo que significa cuidar, proteger, formar y acompañar. 

Hace poco leí una frase que decía: “somos víctimas de víctimas”, y sí.

Venimos de generaciones donde muchas de nuestras abuelas fueron obligadas a tener hasta diez hijos, sin elección, sin apoyo, sin libertad. 

Hoy la realidad la hemos cambiando poco a poco, hoy hombres y mujeres debemos despertar la conciencia de nuestras infancias.

Debemos entender que traer un hijo al mundo NO es llenar una expectativa social, sino asumir la responsabilidad más grande que existe: construirle un entorno donde NO tenga que elegir entre morir de hambre o matar para sobrevivir. 

Porque los niños NO SON JUGUETES. 

Porque tener un hijo NO ES UN ORNAMENTO. 

Porque educar, cuidar, acompañar y proteger ES UNA GRAN RESPONSABILIDAD. 

Y si como sociedad seguimos mirando hacia otro lado, los “pollitos de colores” seguirán pintándose con sangre; entonces no habrá colores que alcancen para cubrir el gris de nuestra indiferencia. 

Imagenes: Azteca noticias 

Las opiniones escritas por columnistas son independientes y no reflejan necesariamente la postura editorial de Entre Líneas Tlaxcala.

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